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CLAUDIO CAPACE   22 March 2011

TEST DRIVE: Mitsubishi Lancer 2.0 GT AT

Lancer GT, un familiar con aspecto deportivo

El Lancer GT es un auto llamativo de buena habitabilidad y gran diseño interior. A pesar de su aspecto deportivo, entrega sensaciones y performances propias de un vehículo familiar. Cuesta US$ 40.900.

TEST DRIVE: Mitsubishi Lancer 2.0 GT AT

El Mitsubishi Lancer es un vehículo con larga trayectoria en el mercado local que ha soportado con hidalguía los vaivenes de nuestra vapuleada economía. Su importador lo mantuvo en las listas de precios desde hace varios años y con distintas versiones, y gracias a esa coherencia cuenta con nombre propio y un estilo bien definido que halaga el paladar de los exigentes clientes. Tiene su público fiel amparado en las generales que hacen a los autos de procedencia japonesa: calidad, buen valor de reventa y confiabilidad. Respetado a pesar de representar volúmenes acotados en el segmento de los clase C importados, despierta admiración. Y lo cierto es que esta versión GT es ideal para aquellos que hacen de su auto una extensión de su personalidad, una caricia al ego.

Si bien no es un súper deportivo, sus 154 CV le dan una performance interesante… pero no “asusta”. En este aspecto, nadie duda de que bajo el capot esconde por lo menos 200 CV de potencia. Visualmente impresiona y es imposible no fantasear aunque sea por unos minutos que nos estamos subiendo a un verdadero auto de rally: en eso, la casa de los tres diamantes rojos tiene una rica trayectoria. Sus líneas, sus llantas, los faldones aerodinámicos y vistosos alerones refuerzan esta sensación.

El Lancer reúne tres características fundamentales que componen la estructura del diseño de un vehículo “distinto”: es funcional, gusta y llama la atención. No pasa para nada desapercibido y brinda una habitabilidad interior que conforma. Desde ya, el que busca bajo perfil y pasar inadvertido no está en el lugar indicado.

La trompa larga parece llevar el ceño fruncido, la cola corta también tiene “cara de enojada”, detalles que le dan mucha personalidad, al igual que el kit aerodinámico que está cien por ciento al servicio de la estética: lejos de cumplir su cometido, ofrece resistencia al viento y produce turbulencia.

El Mitsubishi Lancer GT pertenece a un segmento que en el rubro seguridad no puede permitir fisuras: aquel que las tiene no llega lejos ni en ventas ni en el gusto del público. No es este el caso, el bicho en cuestión posee todas las asistencias electrónicas que uno requiere para salir bien parado de cualquier situación extrema o de emergencia que sobrepase el manejo convencional. En las pruebas de frenado otorgó buenos números y una increíble sensación de absoluta tranquilidad y control. El ABS es del tipo “cumplidor” y no celoso, lo que permite bloquear unas décimas de segundo y mejora la frenada en seco. El combo “tranquilidad” se completa con siete airbags.

Las terminaciones cumplen, y en general los materiales son de buena calidad, aunque flaquea un poco en algunos plásticos menores y en unos pocos detalles del baúl. El diseño interior es simple y sencillo, lo único que abunda es la belleza, un claro ejemplo de que deportivo y elegante van de la mano desde la ausencia de excesos.

Como buen deportivo, tiene una butaca que ajusta de manera casi impecable, los comandos importantes está estratégicamente ubicados y lo único que nos da comezón es la regulación del volante multifunción, que solo permite corregir altura y de manera limitada.

Las plazas traseras son aceptablemente cómodas para dos personas, con buena ubicación para las piernas, con un poco de voluntad alberga un tercer pasajero. No reniega de su condición de deportivo y sacrifica capacidad de baúl para alojar una caja subwoofer que potencia el sonido del equipo de audio ¿dónde se vio un auto veloz y llamativo sin un buen poder sonoro? Aquí la ecuación “menos” bolsos y “más” decibeles no molesta.

El instrumental es claro y simple, con buena profundidad y contornos de metal, cargado de deportividad pero sin perder distinción. De noche predomina el rojo-naranja intenso sobre los números blancos, llamativo como todo lo que concierne a este Lancer. Siguiendo la tendencia actual de los vehículos orientales, el menú de la computadora de a bordo se controla desde un botón en el tablero, algo incómodo y que puede generar pequeñas distracciones. Nosotros lo preferimos ubicados en alguno de los satélites del volante.

En el desempeño en ciudad, desde la dinámica, el motor naftero de 1.998 cm3 responde bien de abajo y el uso de la caja de velocidades de variador continuo permite tener un vehículo “doble” opción. En Directa cuando lo exigimos tiende a quedar unas décimas “pensando” y se demoran los procesos de aceleración (la transmisión va cambiando todo el tiempo de relación de acuerdo a la posición del acelerador). Lo cierto es que no tiene tironeos ni saltos y ofrece, en el tránsito, una marcha muy suave y fluida.

Cuando elegimos la opción manual (no es una caja de ese tipo: es una automática que permite seleccionar las marchas manualmente sin que éstas se cambien solas al llegar al corte) y “jugamos” con las levas –también puede hacerse uso secuencial desde la selectora– la reacción es muy buena.

El pedal “pide” (la velocidad máxima es de 200 km/h), a pesar de lo cual no tiene un consumo escandaloso, aquí es cuando no importa la baja cantidad de CV. Los números: 9,8 km/l y la autonomía de 590 km.

En ruta apoya y dobla con solvencia, lo que invita a superar los pasos de curva cada vez más rápido. En comparación directa con la generación anterior fue reforzado en 15 puntos de la carrocería y es un 50% más rígido a esfuerzos de flexión y un 56% más a la torsión. Las trochas se incrementaron 60 mm. Se ubica así entre los mejores de su categoría.

Como todo japonés, cuando gana la autopista, se muestra eficiente sin pedir mucho rinde, a 130 km/h gira a exiguos 2.900 rpm. Eso sí, en plena exigencia deportiva puede pedir hasta un litro cada 5 km recorridos. Si te gusta el durazno, bancate la pelusa.

Ya dijimos que gusta, que es llamativo, que despierta admiración… eso es algo que no tiene precio, pero lo tiene y es elevado: esta versión GT roza los US$ 41.000, pero este tipo de vehículos sale absolutamente de lo común y lo vale. La calidad es la que habitualmente ofrece la casa japonesa y la garantía de tres años o 100.00 km habla de la confianza que se tiene en el producto.

Si usted soñó toda la vida con guardar un auto de rally en su garaje, si aspira a robarse todas las miradas y ser el comentario del barrio, éste es su auto. Eso sí: preste atención al bajar y cuide su ego, suele salir volando por las nubes.